La tensión acumulada durante toda la tarde del domingo sobrepasó los límites
soportables, y las masas de gente salieron
hacia la plaza de Cibeles tocando el claxon de sus coches, lanzando potentes
petardos y coreando el nombre de su ídolo, Valle Inclán. La transmisión
televisiva por la cadena privada de mayor audiencia y por las principales
radios españolas de la lectura dramatizada de la Sonata de Otoño había sido un éxito, y todos los hinchas de Valle
Inclán, tras el clamoroso final de la interpretación, se lanzaron a la calle a
mostrar su explosiva alegría.
Cientos primero; miles, después,
llegaron a Cibeles; los más osados se lanzaron al agua de la fuente de la
diosa, pero sólo uno, el más atrevido, fue capaz de subirse a la escultura y ponerle
a la diosa griega al cuello una bufanda con los colores de su club, rojos y
negros, el de los seguidores de don Ramón del Valle Inclán.
Los
hinchas coreaban cánticos rituales y recitaban poesías alusivas a la grandeza
de su héroe. Allí estaban las principales cadenas nacionales y regionales de
televisión con sus unidades móviles, preparadas para informar del glorioso
momento, con el que abrieron los informativos de la noche, en los que un tipo
repeinado y canoso, de traje azul y corbata amarilla, anunciaba con sonrisa
triunfal el dichoso advenimiento de la fiesta literaria. Era la fiesta de las
letras, a la que, en el momento de iniciarse la conexión, habían acudido más de doscientos mil madrileños y
forasteros de toda la patria dispuestos a no perderse la fiesta anunciada.
En
esos mismo momentos, en la Plaza de Neptuno se reunían decenas de miles de
ultras seguidores de Joyce, que celebraban la fiesta de las veinticuatro horas
del Ulises, motivo por el cual se
había cortado durante todo el fin de semana el tráfico de la principal avenida
madrileña y docenas de autobuses esperaban en medio de la calle a que sus
ocupantes acabaran la fiesta para volver a sus ciudades de provincias.
Gargantas mayoritariamente juveniles coreaban “Ulises, Ulises, Ulises” y mostraban orgullosos al cielo madrileño
las bufandas de su club, amarillas y marrones, con la silueta
de Irlanda dibujada en el medio.
En
las aceras, grupos de muchachos con las caras pintadas de amarillo y marrón y
la silueta de Irlanda dibujada en la frente, se agolpaban ante los puestos donde
se servía vino blanco como orines de archiduquesa, cerveza fría y casquería en
salsa. Todo bajo la mirada satisfecha de la delegación dublinesa.
Una orquesta de cámara había improvisado su escenario en
los jardines de un banco, y por los inmensos altavoces sonaban las más
destacadas obras de la música clásica, las cuales llenaban el aire primaveral
madrileño de un aroma de ilusión sublime y grandeza de espíritu. Aunque sólo
estaban las cámaras de una de las televisiones locales y algunos reporteros
radiofónicos no importaba que no se pudieran enviar más imágenes al mundo, los
principales corresponsales de los medios escritos más prestigiosos del mundo
tomaban notas sobre el acto para informar al planeta del glorioso
acontecimiento. Todos los países de cultura esperaban el final de la liga
literaria española, en el que cada club ofrecía lo mejor de sí, y el club del
dublinés era especialmente seguido por la prensa internacional.
Y
Proust… Proust tenía su club, más modesto, en el barrio obrero de Vallecas. Era
el club con menos asociados de la capital de España, pero el más elitista
espiritualmente. Eran consideradas tradicionales en todo el sur de Europa las
fiestas que se hacían frente a la Asamblea de Madrid y el Centro Comercial, alrededor
de la fuente. Durante el fin de semana de cierre de la liga manaba agua con los
colores del club, azules y dorados; los principales intelectuales independientes
del país –los que no comían del pesebre de ninguna facción política-, acudían a
leer fragmentos de la obra del autor francés; en una de las paredes de la
Asamblea se proyectaban fotos del genio, y al mediodía y la media noche,
durante un minuto, la imagen de su tumba, negra, en mármol, en el cementerio de
Père Lachaise. Decenas de jóvenes aspirantes a la gloria literaria acudían
vestidos como si fueran dandis de finales del S.XIX o comienzos del siglo XX, y
las muchachas de las mejores familias procuraban no perderse la fiesta, para así
conocer –en aquel ambiente sublime- a los que podrían ser futuros padres de sus
hijos. Todos los años acudían, de forma gratuita, generosa, desinteresada, los
principales tenores y las más importantes orquestas a coronar su carrera
actuando en tan magna fiesta. En esta ocasión eran Yoyo-Ma y Bobby McFerrin
quienes actuaban y llenaban las calles vallecanas con el sonido portentoso de
la voz y del violonchelo interpretando el Andante del Concierto en Re Menor para dos mandolinas de
Vivaldi. Los periódicos literarios y musicales del planeta habían enviado a sus
mejores profesionales para informar y la prensa especializada en moda tomaba
fotos y apuntes sobre el modo de vestir de los oficiantes, que, sin duda,
sentaría cátedra durante los doces meses siguientes.
Los traductores de Proust celebraban su
congreso anual, animados por el mejor armagnac,
y no había niño que no pidiera un autógrafo a su traductor favorito. Una
muchacha morena, esbelta, de poco más de quince años,
sufrió un ataque de histeria al recibir la firma en su camiseta del más prestigioso
de los traductores. Todo el mundo comprendió que no era para menos. De vez en
cuando algún adolescente atrevido osaba pedir a uno de aquellos grandes hombres
hacerse una foto que, sin duda, sería rápidamente ampliada y puesta en la pared
de su habitación.
Era
el gran día de fiesta nacional, sólo había un pequeño grupúsculo que no
celebraba los grandes acontecimientos literarios; una secta minoritaria, a la que nunca se
prestaba atención en los medios de comunicación, y cuando se hacía era casi por
obligación, de forma folclórica: los aficionados al fútbol. El Real Madrid
acababa de ganar su trigésimo primera liga y sus pocos cientos de hinchas se
habían repartido por una docena de cafés para celebrar –casi en la
clandestinidad- su éxito. Parecía como si hicieran algo delictivo cuando
coreaban bajito su frases rituales, “alirón, alirón”, “a por ellos, oé, a por
ellos, oé”, “Raúl, selección” un grito que nunca se dignaban en reproducir los
malditos medios de comunicación, siempre pendientes de los gustos mayoritarios,
de la literatura, el teatro, la música clásica, la escultura y la arquitectura.
–Si
fuéramos más, nos harían caso, pero, ya se sabe, los medios sólo se preocupan
de los libros y el arte, los gustos de la mayoría, de lo selecto. –Se lamentaba un
joven airado, apoyado en la barra del bar.
–No hay respeto para las minorías –respondía un
anciano que había dedicado cincuenta años de su vida a destrozarse la garganta
coreando el nombre de su club, mientras devoraba en el rancio bar un plato de
callos en salsa, acompañado de un buen vino manchego.
De
madrugada, los servicios de limpieza trabajaron denodadamente para recoger
algunas partituras caídas en la Castellana, dos libros desencuadernados que se
encontraban a los pies de la Cibeles y media docena de folletos en danés y
noruego que habían quedado bajo la parada del autobús, en Vallecas. Los buenos
hombres de chaleco reflectante siempre se quejaban de aquellas multitudes
cultas.
–Si todos los aficionados fueran como los del
fútbol, otro gallo nos cantara. Esos sí que no manchan, tranquilitos, en sus
cafés.
Las
furgonetas comenzaban a llevar a los puestos de prensa los diarios, en cuyas
portadas las fotos de los homenajes a Proust, Joyce y Valle Inclán ocupaban el
lugar principal, según la escuela literaria de la que fuera partidaria cada
medio.
RELATO EXTRAÍDO DEL LIBRO
Extraña noche en Linares, M.A.R. Editor http://www.mareditor.com/narrativa/LinaresRUS.html
También puede leerlo en el Periódico Irreverentes http://periodicoirreverentes.org/2012/08/16/el-final-de-la-liga/
Y en http://www.miguelangelderus.com/2015/07/relato-el-final-de-la-liga.html
RELATO EXTRAÍDO DEL LIBRO
Extraña noche en Linares, M.A.R. Editor http://www.mareditor.com/narrativa/LinaresRUS.html
También puede leerlo en el Periódico Irreverentes http://periodicoirreverentes.org/2012/08/16/el-final-de-la-liga/
Y en http://www.miguelangelderus.com/2015/07/relato-el-final-de-la-liga.html