P.-Eres un autor prolífico; en
los cuatro últimos años, en MAR Editor has publicado, además de “La vida de las
palabras”, el más reciente, otros cinco libros: cuatro novelas del género
negrocriminal (“La exclusiva del asesino”, “Troya en las urnas”, “El delantero
centro se niega a jugar” y “Aurora en la oscuridad”) y un volumen de
microrrelatos y cuentos (“A la sombra de un tilo”)
R.-Escribo y escribo y escribo, todos los días (si es
posible un rato por la mañana y otro por la tarde), hasta donde mis letras me
lleven. Me gusta alternar los géneros. Como tengo varios bosquejos de novelas,
cada día dedico al menos un par de horas a este género. También coqueteo con el
ensayo, dependiendo de lo que me sugiera la vida de carne y hueso. Asimismo,
generalmente escribo varios microrrelatos al día, pero no siempre. El
microrrelato (y el cuento) no viene a ti cuando tú lo quieres, sino cuando las
circunstancias así lo disponen, en cualquier momento y lugar. De ahí que vaya a
todas partes con un bolígrafo y un papel. En el tren, se me han ocurrido
centenares, quizá miles, de textos breves.
P.-En “La vida de las palabras”, tu obra más reciente,
ofreces al lector 520 microrrelatos y 19 cuentos. Una especie de muestra
representativa de tu trayectoria en narrativa.
R.-Más que una muestra, una ofrenda (sin lectores, ¿qué
sería de nosotros los escritores?) En esta obra, que está teniendo una
fenomenal acogida en las presentaciones que hemos hecho hasta ahora, incluyo
textos escritos en los últimos treinta años, con especial énfasis en los del
último año… ¿Una ofrenda? Por ejemplo:
REVOLUCIONARIAS
La madre, maestra de profesión, y la hija,
aprendiz, provistas de sendos libros, cuadernos y bolígrafos, han salido de
casa a primeras horas de la mañana. Van a cambiar el mundo.
P.-¿Qué te
cuesta escribir más: un microrrelato o el capítulo de una novela?
R.-Depende de qué microrrelato
y de qué capítulo estemos hablando. Ahora bien, concebir un texto hiperbreve,
en el que una anécdota aparentemente ordinaria adquiera la categoría de
extraordinaria (la verdad aparente que conduce a la verdad oculta), es un reto
colosal. Hay que emplear las palabras precisas, sin florituras retóricas,
concediendo al lector la responsabilidad de encontrar el mundo que subyace
entre las letras. Un mundo que para cada lector puede ser diferente. Contaba un
autor, creo que Oscar Wilde, una anécdota muy ilustrativa al respecto: “Quise
escribir un microrrelato, pero como no disponía de tiempo suficiente, me puse a
escribir una novela”.
P.-Recorres varias ciudades
españolas, en un peregrinar incansable, con tu libro bajo el brazo.
R.-Es la manera que tengo de
divulgar mi obra. Además, las presentaciones ante los lectores se convierten en
experiencias muy enriquecedoras. A veces, en el local (librería, biblioteca o
sala de cultura) se crea una atmósfera muy especial, colmada de emoción. Por
ejemplo, en las presentaciones de Sevilla y Bilbao, cuando leí dos de los
microrrelatos incluidos en “La vida de las palabras”, varias personas empezaron
a llorar. Lágrimas de emoción. Sensibilidad en esencia pura. Además, en los
actos de presentación, cuando puedo, voy acompañado de grupos musicales o
solistas. En Barcelona, me acompañaron dos de los componentes del excelente
grupo de música mestiza (folk, blues, country) “Blueroomess”. En Bilbao, la
banda NAFI Reverb tuvo un éxito memorable. La cantante, Nafi Díaz causó
sensación. Nafi estará conmigo también en la presentación de San Sebastián.
P.-Entre tantos microrrelatos y
cuentos (más de diez mil), ¿tienes algún texto favorito?
R.-Dos de mis dos mejores cuentos,
“Chopin en el matadero” y “El instante perfecto”, están incluidos en “La vida
de las palabras”. Me resulta muy difícil escoger uno o dos microrrelatos entre
los miles que tengo escritos, pero seguro que entre mis diez preferidos, cinco
están incluidos en este libro. Por ejemplo, “Antes de que la memoria se vaya”.
P.-¿Has escrito algún
microrrelato hoy?
R.-Es muy pronto, pero sí, ha
habido suerte. Hoy ha sido uno de esos días en los que,
delante del ordenador, miras por la ventana y, zas, te da los buenos días un
“microrrelato”. Al talego, o sea, al ordenador. Espero que vea la luz en un
próximo libro. Hasta que llegue ese momento, lo leo aquí y ahora. Gracias por
transcribirlo.
EN
EL MÁS ACÁ
Estrechó la
bufanda contra su pecho, y el corazón, sacudido por un calambre, le dio un brinco.
En ese momento, supo que el alma no muere, la de él no. Algo o mucho del ser
amado pervivía en la bufanda, esperando a que ella le acariciara para así latir
en su corazón: el alma en su alma, su alma en el alma, aquí, ahora, en el más
acá del más allá.