Miguel Ángel de Rus, es uno de los grandes autores satíricos de nuestro tiempo, como
ya dejó dicho el académico de la Lengua, José María Merino. Ahora presenta su
nuevo libro de relatos el jueves, 13 de noviembre, en la madrileña librería Lé. Le presenta el escritor
Martín Llade, conocido no sólo por
sus novelas, sino también por ser la voz del Concierto de Año Nuevo en TVE. De
Rus inventa para el lector historias que transcurren en Italia, Polonia,
Islandia, Irlanda del Norte, España, Francia, Austria, Noruega, Alemania,
Bélgica, Países Bajos, Ucrania, Hungría, Portugal, Bielorrusia, Grecia,
Eslovaquia y Suiza y que tratan de lo que parecía que iba a ser la Europa que
ahora vemos en franca decadencia y lo que ahora es. Mezcla de sátira y
melancolía, es un libro en el que mitología, metaliteratura y humor se mezclan
con nuestras vidas cotidianas.
P.—Caracteriza tu obra
una sátira afilada que en Ciudades de
Europa se mezcla con la
melancolía.
R.—Vas pasando los años,
conociendo, y la
experiencia te va demuestra que todas las promesas del pasado eran celadas donde
caímos, inocentes. Creímos en una Europa mejor, faro cultural de
Occidente, y ahora vemos que el continente es sólo una esquina del imperio
yanqui, que nos han impuesto sus valores, sus formas de vida, su in-cultura y su hegemonía militar,
económica y política, merced a los trapicheos de los políticos europeos,
serviles a quien mejor les paga. Y todo con nuestra complacencia e
inacción. Por ello en este libro se mezcla la sátira y la denuncia con la
melancolía de lo que pudo ser y no será, pero sin olvidar los relatos donde los
jóvenes, pasando por encima de nuestros cadáveres crearán otro
futuro.
P.—Cuando
publicaste “Europa se hunde” ya incidías sobre el desmantelamiento
ideológico y moral del viejo continente. ¿Qué similitudes tiene con Ciudades de
Europa?
R.—En Europa se hunde
un joven marroquí venía como ilegal a España a buscar trabajo y
un futuro de libertad; ahora vienen hordas de delincuentes soltadas por el
dictador marroquí. En aquel libro el joven era un personaje real, basado en gente que conocí, que amaba
más nuestras libertades, cultura, valores y logros que nosotros mismos. Ahora el
Said de aquella novela tendrá más de 50 años y estará decepcionado de nosotros.
Hace poco me llevó un taxista marroquí, que bien podía ser aquel Said, que me
dio una charla brutal sobre las nuevas hordas islámicas que asolan
Europa. Era más crítico que yo. Y podría decir que se sentía más español que la
mayoría de españoles. Estaba enfadadísimo con nuestra desidia y con el modo en se dejaba entrara a los bárbaros
que iban a acabar con el sistema democrático y las libertades.
P.—¿Buscas con
Ciudades de
Europa hacernos
reflexionar?
R.—Me temo que nuestra generación y las siguientes ya no reflexionan o lo hacen poco y muy
adoctrinados por los grandes medios de comunicación; están –o estamos- ocupados
con el teléfono móvil, los vídeos cortos y las plataformas de entretenimiento.
Huxley ya lo avisó hace décadas, que seríamos esclavos felices. En mis relatos
hay personas que se salen de esas ideas impuestas y son distintos viviendo como
ellos consideran, no como se les dice que han de hacerlo. Son el punto de
esperanza del libro. En todo caso, los relatos son muy abiertos, no pretendo que
se lleguen a unas conclusiones, sino que las historias buscan que el hipotético
lector las de una nueva vida. Ante la caída de Occidente por la llegada de los
nuevos bárbaros, en Ciudades de
Europa se plantea un futuro basado en la insurrección de nuestros hijos. Para mí el relato de un amor que
nace entre dos jóvenes en un cementerio austriaco es la clave del
libro.
P.— Buscas animar al lector a
actuar y en este país somos propensos a arreglar el mundo acodados en la barra
de un bar. ¿Qué acciones propones?
R.—Esencialmente vivir la propia vida más allá de cómo esté bien
visto y de cómo te imponen multinacionales, gobiernos y medios de comunicación,
hacer cosas para siempre a pesar de nuestra finitud, no respetar las ideas
dominantes, sino tener ideas propias y cambiar lo más cercano. Mis personajes
viven situaciones distintas, a veces muy duras, otras románticas, pasan por el
filo de la navaja, y creo que eso hará que haya lectores que se sientan
identificados.
P.—Grandes autores
como José María Merino o Luis Alberto de Cuenca te comparan con los mejores autores
del Siglo de Oro, el listón está alto y tú mismo, en la introducción te excusas
sobre la vanidad. ¿Qué preferirías, el premio Planeta o el
Cervantes?
R.—En Ciudades de
Europa hay mucha mitología y diálogo con obras literarias previas,
desde el Rapto de Europa, o la celebración del nacimiento de Jesucristo hasta
los mitos de Lisboa o la poesía de Vladímir Mayakovski, pero todo desde la
melancolía y la sátira; es una obra que no busca una persona al otro lado del
papel que sienta lo mismo, que se altere, que vibre, que se emocione. Esto
implica una cierta soledad, un camino difícil y no hay porqué ilusionarse con
premios. Mi mejor pago sería que me leyeran mis
nietos.
P.—Luis Leante te definió como un lobo
solitario.
R.—Se lo agradezco, también dijo que serlo hace mucho más difícil
el camino, pero, como Edmond Rostand hizo decir a Cyrano de Bergerac,
“¡Ya sé que en este combate no debo esperar el
triunfo! ¡No! ¿Para qué? ¡Es más bello cuando se lucha inútilmente!”. En todo
caso, creo que ha sido el primero en leer el libro y eso me
complace.
P.—Otro escritor de larga trayectoria, Juan Pedro Aparicio, afirma
que el mejor relato de amor que he leído es tu cuento “Más duro que nunca”. ¿Hay
mucho amor en Ciudades de
Europa?
R.—Lo hay. El amor juvenil con mucho futuro de “Pieles
limpias en Zentralfriedhof”; el amor prohibido en “El cine Imperio”; el amor
destruido por la guerra en “Maiakovskiy en Kramatorsk”; el amor ya muerto que
renace en los hijos en “Arcachón: Le
sucette à l´anis”; el
amor imposible que dura para siempre en “El rapto de Europa en Creta” y una
historia real en “Al salir del Teatro de la Ópera de Minsk”. Amor y muerte son
ingrediente tan importantes en Ciudades de
Europa como la sátira y la melancolía. Hay una pareja de ancianos en Roma que son otra
de las claves del libro, una metáfora de todos
nosotros.
