22/12/14

Cuentos de navidad 05.- Un Papá Noel cualquiera, de Óscar Fernández Camporro

¡Aaaaahhhhhh…!
¡Hum…, huuuuummm…!
¿Qué…, qué suena…, qué es eso?
¡Uf, joder, es el despertador!
Me giro y…, y noto que mi cabeza no está en su sitio.
Alargo el brazo y apago el despertador.
Mi cabeza…
Hago un esfuerzo y me siento.
¡Uuuufff…, mi cabeza…!
Ya…, ya recuerdo… Vagamente, pero recuerdo. Anoche me acosté tarde. Ese garito, esas guarras, esas copas…, esos amigos… ¡Menudos cabrones! A estos no hay manera de tumbarlos. Este grupo es muy peligroso, a estos no hay manera de tumbarlos… Con otros amigos que suelo ir de juerga, no pasa nada, son tranquilos..., pero estos…  Creo…, creo que montamos bronca, que…, ¡oooh, por Dios, cómo me duele la cabeza!
Anoche…, cuando volví a casa…, se me olvidó completamente desconectar el despertador. ¡Claro, coño, cómo iba a acordarme!... Y menos mal, porque hoy tengo mucho qué hacer.
Hoy es un gran día.
¡Es el cumpleaños de mi hija!
Seis.
Seis años ya.
¡La hostia, cómo pasa el tiempo!
Hoy…, hoy no es día de visita, pero he convencido a mi mujer para que me permita recogerla en el colegio. Iremos a comer a una hamburguesería de las que le gustan… ¿O no le gustan?... No sé…, espero que sí, a todos los niños les gustan las hamburguesas, ¿no?
Mi…
Uuff…, mi cabeza.
Necesito despejarme.
Vamos, chaval, levanta el culo.
Lo levanto. Y me visto con ropa de deporte. Una carrerita me ayudará a eliminar el alcohol. Pero una corta, ¿eh?..., de quince minutitos, no más, no de cuarenta, como las mañanas. Hoy solo diez, con eso bastará para despejarme.
Salgo a la calle.
¡Coño, qué frío!
A correr.
Todo nevado. Claro, estamos en navidad y hace un frío del carajo. Luego me pondré el traje de Papá Noel. A mi hija le hará ilusión verme disfrazado…, seguro…, ¿o no?... Bueno, espero que sí, Papá Noel gusta a todos los niños, ¿no?
Sigo corriendo.
Echo de menos a mi hija. Y a mi esposa también… Mejor dicho, a mi exesposa. Hace ya un año que me dejó. Y no lo entiendo, de verdad que no lo entiendo. Me recriminaba cosas, me hablaba de no sé qué…, que si de cariño, que si de respeto, que si de compromiso, que si de mi oficio…
¡Joder, pero qué coño quería de mí!
Yo las cuidaba, cuidaba que no les faltara de nada, siempre les daba dinero cuando me lo pedían, nunca negué unos billetes a mi esposa…, a mi exesposa. Y…, y a cambio…, ella solo tenía que aguantar unos cachetes mientras follábamos… ¡Unos cachetes de nada, por amor de Dios!... Se trataba de un jueguecito amoroso…, pero ella…, allí…, tumbada…, ¡joder, como si fuera de plástico!... La muy…, la muy zorra.
¡Que no, coño, que no lo entiendo!
Y para colmo, la muy zorra se larga de casa con la niña para arrejuntarse con el tipo ese…. ¡Pero, joder, si es policía!... Y, además, es el mismo poli que me enchironó hace cuatro años. Me pasé dos a la sombra sin ver a mi hija… ¡Menudo cabronazo!... Me quitó la libertad para robarme a mi familia. Y mi ex se cree que ese poli las va a tratar mejor que yo… ¡Y una mierda!
Sigo corriendo.
Me duele la cabeza, sí, pero creo que es por el frío.
Ya se me está pasando un poco.
Pero ya no puedo más.
Vuelvo a casa.
Trotando.
Llego.
Entro.
Me ducho.
Me visto.
Desayuno.
Cojo todas mis cosas y salgo a la calle.
Entro al coche.
Conduzco.
Mi hija…, seis años ya.
Sé que me quiere. Y yo la quiero a ella. La verdad es que no habla mucho, a mí no. Pero a veces me cuenta cosas del poli ese como si él fuera su padre… ¡Y una polla, su padre soy yo, no te jode!
No importa…, no importa…
La sorprenderé con mi disfraz de Papé Noel e iremos a comer. Luego la llevará a una juguetería para que elija lo que quiera… Todo lo que quiera… ¡Coño, soy su padre, nunca la faltará de nada!
Sigo conduciendo.
Aparco a dos calles de la cafetería.
Me cambio de ropa dentro del coche: el relleno para la barriga, el abrigo rojo, las botas negras, el cinturón, la barba blanca y el gorro rojo… Y las manoplas, también rojas.
Me miro en el espejo retrovisor.
¡Jo…, jo…, jo!
¡La hostia, pero si ese es Papá Noel!
Clavadito.
Irreconocible.
¡Jo…, jo…, jo!
Salgo del coche.
Camino.
Llego a la puerta de la cafetería.
Echo un vistazo a través de la cristalera.
Entro. Bien. Hay poca gente.

Ahí está. Solo.
Como todos los días a esta hora.
Me acerco a él.Meto la mano por debajo de mi chaqueta.
Me mira.
Saco mi pistola.
Se levanta.
–¡Jo, jo, jo!
Le pego cuatro tiros en el pecho.
Gritos.
Me doy la vuelta y salgo del local.
Me alejo.
Los gritos se apagan.
Sigo caminando.
Me aseguro de que nadie me sigue. Pero justo enfrente, hay otro Papá Noel… ¡Anda la hostia, qué suerte!... Aunque mi disfraz es bastante mejor. Quizá ese tipo tenga una hija… Me gustaría que la tuviera y que pudiera disfrutar de ella todos los días… Bueno, todos no…, solo los días que él quisiera. Nos cruzamos.
–¡Jo, jo, jo!
–¡Jo, jo, jo!
¡Je, je, qué cachondo!
Miro el reloj… ¡Coño, qué tarde! Ya me estará esperando en la puerta del colegio
Llego al coche.
Me monto.
Arranco.
Conduzco.
Miro el reloj.
Llegaré en media hora. Seguro que me regaña por mi impuntualidad…, otra vez.
No importa. Lo único que me importa es que voy a pasar unas horas en compañía de mi única hija.
¡Joder…, Dios…, Papá Noel…, y todos los Santos…!
¡Cuánto quiero a mi hijita!
Si te ha gustado el relato, puedes leer otros textos de Óscar Fernánez Camporro
Regresa a Riverthree http://www.mareditor.com/narrativa/Regresa_Riverthree.html