23/6/23

Entrevista a Jesús Salviejo sobre “En el desván de las caracolas”

 


P.- Tras publicar Chankoro  nos decías que tu siguiente trabajo te llevaría a Burdeos por una historia de brujas. Y nos encontramos con En el desván de las caracolas, una novela poliédrica que sucede entre Valladolid y La Habana, con exilios, historias de amor rotas por la guerra, los campos de concentración, revólveres, muertes…¿Dónde quedaron Burdeos y las brujas?
Respuesta.- Sí, es cierto, estamos a punto de sacar la quinta edición de Chankoro y nos sentimos muy emocionados y profundamente agradecidos. La reacción de los lectores ha sido fantástica. Y el trabajo de la editorial, increíble. En cuanto a Burdeos y las brujas, no la he abandonado. Suelo trabajar en varios proyectos a la vez, porque cada historia y su escritura requieren ritmos distintos de maduración. Son, de alguna manera, como los vinos. Cada uno está vestido con un tiempo distinto. Y, mientras preparaba mi historia de brujas, volvió a mi cabeza una novela que escribí hace años, pero que me pedía con insistencia retomarla. Fue una​ primera obra con un carácter torrencial. Me salió a borbotones, horrorizado por la guerra en la antigua Yugoslavia. Y, ahora, con la guerra en Ucrania, sucedió algo similar. Pero el proceso ha sido diferente. Como si esa primera escritura hubiese estado envejeciendo en barrica, para abrirse a nuevos sabores y aromas, aunque también a nuevas luces y oscuridades. Es un proceso curioso, como cuando escuchas una canción y se detiene antes de que suene la última nota. Esa ausencia de final, ese vacío se queda atrapado en tu cabeza —y tú en él— absorbiendo tu atención cada vez más. Y no queda más remedio que regresar y terminar de escucharla. Por eso ha visto la luz En el desván de las caracolas , que es una reescritura completa de No sorprende la lluvia, que incluye nuevas tramas, personajes y un final diferente.

P.- ¿Y por qué En el desván de las caracolas?
R.- Ese era el título que la obra tenía al principio, pero las personas que leyeron el primer borrador se sintieron tan cautivados por esa frase —que es muy importante durante el relato— que me aconsejaron cambiar el título. Yo accedí, convencido de que tenían razón. Pero, con el paso del tiempo, me di cuenta de que bajo ese título solamente cabía una de las dimensiones de la novela, la historia de amor, y, sin embargo, las otras tramas: la histórica, la policiaca, la viajera, que afectaban profundamente a los personajes que la habitan, quedaba un poco diluida. De modo que hice lo que parecía más lógico. Regresé sobre mis pasos, hasta el principio. Y como los personajes recorren sus memorias como si subieran o bajaran una escalera de caracol entre los diferentes pisos de su vida... la decisión fue fácil. Se suele hablar de una espiral de sucesos que conducen a un final inevitable. En el desván de las caracolas es una novela en espiral.

P.- Es cierto, es un viaje por las memorias de distintos personajes que reconstruyen el pasado en una época entre los años treinta y el final del siglo XX, quizás para intentar fundar una memoria en la que puedan habitar todos y curar sus heridas... pero, antes de entrar en las historias que guarda en su interior, dinos, al principio, aparece una dedicatoria que nos ha llamado mucho la atención.
R.- A Ricardo Enjuto y su huella. Es un homenaje a un gran amigo y escritor, Ricardo Enjuto Ruano, que nos ha abandonado hace muy poco, a su generosidad, su humanidad y su capacidad para llevarla a los demás a través de su labor como profesor y escritor. Huellas a contraluz es su última novela. De ahí la dedicatoria. La otra dedicatoria: Para todas las mujeres que, muchas veces sin saberlo, barren la nieve, hace referencia a esa inagotable capacidad de las mujeres para descubrir y recuperar la esperanza, la vida, incluso cuando está sepultada bajo el peor de los fríos y en el peor de los lugares. Algo que he podido constatar a lo largo de mi experiencia​ vital y profesional de manera incontestable y que espero haber logrado reflejar a través de los personajes de Ernestina, Helena, Aurora, Irena, Eva... son muy importantes en el desarrollo de esta historia de historias.

P.- En el desván de las caracolas no solo es el título, también es un lugar en la novela. La habitación en la que el personaje del escritor, un hombre —Benigno Hierro— que vive oculto bajo el nombre de otro —Héctor Paz— para huir de su pasado. Vive allí a solas con sus ficciones. ¿Esta novela es un libro sobre personajes y también sobre lugares?
R.- Es un libro sobre la memoria. Y la memoria es parte de nosotros y es lugar también. Es ese vestido que nos cubre durante toda la vida, que cambia y crece con nosotros, con el paso del tiempo, con el olvido y con la invención de nuevos recuerdos. Que se rompe y se zurce para cerrar las heridas. También que cambia con el descubrimiento de otros puntos de vista sobre los mismos sucesos, pero que siempre nos abarca, no importa lo que crezcamos o mengüemos. Es la piel de nuestra vida. Nos viste, nos siente y nos permite sentir el mundo y la piel —la memoria— de los demás. Y a veces ese sentir es una caricia, pero, en otras ocasiones es un golpe o un balazo. En ese sentido los personajes de En el desván de las caracolas son lugares en los que cobijarte, por los que pasear e, incluso, de los que huir y los lugares —La Habana, Valladolid, Santander y otros por lo que transitan las vidas que se narran en la novela— son personajes que te cuentan desde sus calles y sus secretos, la vida de desconocidos que, igual, no lo son tanto.

P.-¿Cuál fue el origen de la historia?
R.- Hace muchos años, estaba comiendo, junto a mis padres, cuando la televisión dio la noticia del comienzo de la guerra de Yugoslavia. Recuerdo que pensé: ¿cómo puede ser posible que volvamos otra vez...? Y, en ese momento, vi la mirada de mis padres, que habían vivido una guerra muy parecida y, todos sus recuerdos, que yo conocía a través de las historias que me habían contado ellos y mis abuelos, regresaron de golpe. Y mezclados con ellos, las lecturas de libros, la memoria de películas y canciones que habían dado forma a ese tiempo en mi cabeza, junto a mil preguntas y dudas. Quería entender todo aquello. Reconstruir ese rompecabezas. Pero no el histórico, sino el personal. Ese que, con frecuencia, no queda reflejado en los libros de Historia. Y para entender hay que contar, porque la memoria, está hecha de cuentos que le dan sentido al paso del tiempo, probablemente el hilo y la aguja de ese vestido del que te hablaba antes.

P.-Nos has hablado de memorias, lugares, viajes, sucesos... pero ¿podrías decirnos de qué trata En el desván de las caracolas?
R.- Son dos historias que se van trenzando en torno a un suceso: un negocio de estraperlo que acaba con un asesinato en Valladolid durante la posguerra. La primera de esas historias es la de un viejo escritor exiliado que vive bajo una falsa identidad mientras termina sus últimas memorias en La Habana en 1999, evocando el momento en el que le ganó, a cara o cruz, el nombre y el pasado a un desconocido en un prostíbulo de La Habana, para esconderse y huir de esa muerte en España. La otra se desarrolla en un hospital de Valladolid. Mientras un amigo del escritor descubre los secretos de esa huida leyendo la novela que le ha dejado en La Habana, el escritor y la mujer a la que abandonó, vuelven a encontrarse en los pasillos de un hospital de Valladolid para resolver el misterio del crimen que los obligó a separarse. Las historias que ellos se cuentan desvelarán los sucesos que irán cayendo, como si fueran fichas de dominó de un tiempo en el que la guerra, los campos de concentración, la supervivencia, el asesinato, la traición y la esperanza fueron las caras obligadas de los dados en un mundo en el que todas las jugadas parecían estar amañadas.

P.-Es una historia de historias, le va a suponer un desafío al lector. Hemos visto que la tipografía de la novela cambia según estamos en la historia en la que conversan los personajes del hospital y la que lee el amigo del escritor en La Habana. ¿Responde este planteamiento a facilitar el viaje al lector?
R.- En cierta forma sí. También tienen que ver con una reflexión sobre la diferente naturaleza de las historias vividas y las recordadas. La memoria siempre es el resultado de un pacto entre diferentes recuerdos que se van entretejiendo. Y esos, cambian con el paso del tiempo, dando más importancia a los que parecían nimios o sacando a la luz hallazgos nuevos. La novela está escrita en capítulos cortos, en los que la ubicación geográfica y temporal está muy clara. De manera que, poco a poco, el lector vaya recuperando las piezas del rompecabezas, para obtener, al final, la imagen completa. Es como visitar una ciudad. Vas construyendo tu imagen de ella a medida que la vives y la recorres. Nunca la abarcas por completo. No es una visita guiada en laque ya sabes lo que te vas a encontrar. Aquí, a la vuelta de la esquina, puedes encontrarte un recuerdo que lo cambia todo.

P.-En la novela aparecen numerosas referencias literarias y musicales, casi se podría decir que es una novela con su propia banda sonora.
R.- Es cierto. La música es la vía regia de lo emocional y de la nostalgia. Y si, además, buena parte de la historia sucede en La Habana, la del presente y la del pasado, la música es ineludible. Y lo mismo se puede decir de su riquísima literatura.

P.-Cómo en Chankoro, el lector va a encontrar, de nuevo, esa voz narrativa que le da tanto valor a la trama como a la palabra, con una poética minuciosa y llena de diferentes​ melodías. Diríamos que es una novela para leer en voz alta y disfrutar de su música. ¿Te atreves a apuntarnos por qué nuevos derroteros te va a llevar la escritura en tu siguiente proyecto?
R.- Uno nunca está seguro. Emprendes un viaje en barco, pero naufragas y terminas en unas playas inesperadas. El proyecto de mi historia de brujas —aún no tiene título— sigue adelante a buen ritmo con sus misterios, pero también hay una historia policiaca ambientada en Nuevo México y mi primer poemario dando vueltas en mi cabeza, quién sabe...


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