P.-¿Por
qué se ha decidido a escribir un libro sobre contactos por internet?
R.- Creo que cuando alguien
se decide a escribir un libro es porque considera que tiene algo interesante
que decir. Este ha sido mi caso; sin un mensaje de fondo que transmitir jamás me hubiera animado a
escribir Demonios en el Teclado. Lo que quiero comunicar es que recurrir a
internet, con la intención de conocer a personas para establecer relaciones
sexuales, dada la facilidad con la que se accede a este medio, tiene sus
riesgos, y no pocos. En función del tipo de encuentro que se pretenda, el
riesgo puede ser mayor o menor, pero siempre está presente.
P.-Aborda
el tema de los intercambios de pareja, modalidad de contacto al cual era muy
aficionado Henri, uno de los personajes del libro. ¿Podríamos decir que Henri
era un adicto al sexo?
R.- Cuando ideé el personaje
de Henri no pretendí que fuese un hombre con adicción sexual y a lo largo de su
intervención en la novela en ningún momento nos hace sospechar que pudiera
serlo. Aficionado al sexo sí, pero no adicto. En mi trabajo como médico
especializado en temas sexológicos he estudiado algunos pacientes con este tipo
de adicción y todos ellos tienen un perfil muy característico.
P.-
¿Podría referir cual son las características habituales de las personas adictas
al sexo?
R.- Estas personas, la
mayoría hombres, son acosados por pensamientos obsesivamente relacionados con
temas sexuales, o por la necesidad de practicar sexo, cada vez más frecuente.
Necesitan aumentar paulatinamente “la dosis” que se les va quedando corta para
saciar su intenso deseo sexual. Sufren, además, una pérdida de control de sus
actos sexuales y fracasan una y otra vez en sus intentos de limitar esta
actividad, aun siendo conscientes de los efectos negativos que reconocen con
tal comportamiento.
Y, pese a todo, no viven su
sexualidad como algo placentero, jamás se dan por satisfechos, excepcionalmente
pueden lograr una cierta satisfacción, siempre efímera. Inmersos en su delirio,
las personas adictas al sexo dedican casi todo su tiempo a esta actividad y lo
hacen de un modo obsesivo, desatendiendo obligaciones sociales o profesionales,
con los problemas que ello les acarrea o les acarrearán en un futuro no lejano.
P-¿Es
Demonios en el Teclado una novela erótico-policíaca?
R.-Así lo creo. Los
personajes, la acción, el desarrollo de los acontecimientos, la descripción de
los hechos, tanto como las pruebas periciales que inculpan a los personajes
principales, incluso la intervención de la policía y de la guardia civil,
inducen a considerar a “Demonios” como una novela policíaca con altas dosis de
erotismo. Los crímenes que en el
transcurso de la acción suceden le confieren unos matices propios de dicho
género, al situar al protagonista en un laberinto de angustia, pasión y muerte
del que no puede escapar. El hecho de que el móvil de los asesinatos sea alguna
debilidad humana: rabia, celos, lujuria, etc., son razones que se suman a las
anteriores y corroboran la inclusión de Demonios en el Teclado entre las
novelas del género negro.
P.-Sus
descripciones de algunas situaciones, especialmente las sexuales, son muy
explícitas. ¿Se la podría considerar una novela erótica?
R.- Me gusta describir
minuciosamente las diferentes situaciones que se suceden a lo largo de la
trama; también las sexuales. En mi trabajo, compruebo cada día como los tabúes
y los mitos sexuales, aunque en retroceso, siguen estando presentes en muchas
personas. Creo que es necesario otorgar a la sexualidad una connotación de
normalidad, por eso, consideré oportuno describir con detalle este tipo de
escenas y el resultado final me parece que es elegante, rehuyendo de
descripciones o matices que rayen lo escatológico, lo vulgar o lo obsceno,
respetando siempre a los personajes, situando a mujeres y hombres al mismo
nivel, evitando cualquier dominio o distinción por razones de género. En relación a si se puede considerar o no una
novela erótica, creo que leer e imaginar escenas sexuales, descritas con respeto
pero ponderando la pasión, siempre resulta erótico. Esta novela, claro que es
erótica. En absoluto era este el objetivo, pero finalmente así ha sido.
P.-Parece
que en esta era digital hay poco espacio para las pasiones ¿qué opina al
respecto?
R.-Las pasiones son
consustanciales al individuo, y su intensidad no mengua con el uso de internet
y los medios digitales, antes al contrario. El amor, el odio, los celos, la
envidia, el ansia de poder, la avaricia, etc., están ahí, agazapadas, por
ejemplo, en las redes sociales, y pueden resultar beneficiosas cuando se
persigue una buena causa, pero extremadamente peligrosas si se desbordan y
dirigen el pensamiento y la conducta de las personas con fines malévolos.
P.-
¿Qué nos dice de las dificultades sexuales de Camil, nuestro protagonista?
R.-Camil sufre eyaculación
precoz, un problema sexual frecuente entre los hombres, y la ansiedad que
experimenta cuando se relaciona con la mujer de la que está enamorado acelera
sus “tiempos” y precipita la eyaculación. Esta es una situación habitual en los
pacientes que sufren este tipo de problemas, y que les provoca una gran
inseguridad al desconfiar de su capacidad para salir airosos de un encuentro
sexual. Camil, con buen criterio, puso remedio a sus dificultades acudiendo a un
médico sexólogo. No todos los hombres son tan sensatos.
P.-Sus
descripciones del entorno de la Albufera de Valencia nos inducen a pensar que
admira dicho lugar. ¿Es así?
R.- En efecto. En general
admiro la naturaleza y, por supuesto, la Albufera, un lugar casi mágico como
describo en la novela. Este lago es un prodigio natural, una encrucijada de
aguas que antiguamente tan solo por rebosamiento se vertían al mar. Desde hace
siglos, la mano del hombre juega en su provecho con ese singular fenómeno,
permitiendo, a través de su control mediante una serie de golas, que cultivos
como el arroz o los naranjos florezcan.
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