P.- Tras publicar Chankoro
nos decías que tu siguiente trabajo te llevaría a Burdeos por una historia de
brujas. Y nos encontramos con En
el desván de las caracolas, una novela poliédrica que sucede entre
Valladolid y La Habana,
con exilios, historias de amor rotas por la guerra, los campos de
concentración, revólveres, muertes…¿Dónde quedaron Burdeos y las brujas?
Respuesta.- Sí, es cierto, estamos a punto de sacar la quinta edición de Chankoro y
nos sentimos muy emocionados y profundamente agradecidos. La reacción de los
lectores ha sido fantástica. Y el trabajo de la editorial, increíble. En cuanto
a Burdeos y las brujas, no la he abandonado. Suelo trabajar en varios proyectos
a la vez, porque cada historia y su escritura requieren ritmos distintos de
maduración. Son, de alguna manera, como los vinos. Cada uno está vestido con un
tiempo distinto. Y, mientras preparaba mi historia de brujas, volvió a mi
cabeza una novela que escribí hace años, pero que me pedía con insistencia
retomarla. Fue una primera obra con un carácter torrencial. Me salió a
borbotones, horrorizado por la guerra en la antigua Yugoslavia. Y, ahora, con
la guerra en Ucrania, sucedió algo similar. Pero el proceso ha sido diferente.
Como si esa primera escritura hubiese estado envejeciendo en barrica, para
abrirse a nuevos sabores y aromas, aunque también a nuevas luces y oscuridades.
Es un proceso curioso, como cuando escuchas una canción y se detiene antes de
que suene la última nota. Esa ausencia de final, ese vacío se queda atrapado en
tu cabeza —y tú en él— absorbiendo tu atención cada vez más. Y no queda más
remedio que regresar y terminar de escucharla. Por eso ha visto la luz En el
desván de las caracolas , que es una reescritura completa de No sorprende
la lluvia, que incluye nuevas tramas, personajes y un final diferente.
P.- ¿Y por qué En el desván de las caracolas?
R.- Ese era el título que la obra tenía al principio, pero las personas que
leyeron el primer borrador se sintieron tan cautivados por esa frase —que es
muy importante durante el relato— que me aconsejaron cambiar el título. Yo
accedí, convencido de que tenían razón. Pero, con el paso del tiempo, me di
cuenta de que bajo ese título solamente cabía una de las dimensiones de la
novela, la historia de amor, y, sin embargo, las otras tramas: la histórica, la
policiaca, la viajera, que afectaban profundamente a los personajes que la
habitan, quedaba un poco diluida. De modo que hice lo que parecía más lógico.
Regresé sobre mis pasos, hasta el principio. Y como los personajes recorren sus
memorias como si subieran o bajaran una escalera de caracol entre los
diferentes pisos de su vida... la decisión fue fácil. Se suele hablar de una
espiral de sucesos que conducen a un final inevitable. En el desván de las
caracolas es una novela en espiral.
P.- Es cierto, es un viaje por las
memorias de distintos personajes que reconstruyen el pasado en una época entre
los años treinta y el final del siglo XX, quizás para intentar fundar una
memoria en la que puedan habitar todos y curar sus heridas... pero, antes de
entrar en las historias que guarda en su interior, dinos, al principio, aparece
una dedicatoria que nos ha llamado mucho la atención.
R.- A Ricardo Enjuto y su huella. Es un homenaje a un gran amigo y
escritor, Ricardo Enjuto Ruano, que nos ha abandonado hace muy poco, a su
generosidad, su humanidad y su capacidad para llevarla a los demás a través de
su labor como profesor y escritor. Huellas a contraluz es su última novela. De
ahí la dedicatoria. La otra dedicatoria: Para todas las mujeres que, muchas
veces sin saberlo, barren la nieve, hace referencia a esa inagotable capacidad
de las mujeres para descubrir y recuperar la esperanza, la vida, incluso cuando
está sepultada bajo el peor de los fríos y en el peor de los lugares. Algo que
he podido constatar a lo largo de mi experiencia vital y profesional de manera
incontestable y que espero haber logrado reflejar a través de los personajes de
Ernestina, Helena, Aurora, Irena, Eva... son muy importantes en el desarrollo
de esta historia de historias.
P.- En el desván de las caracolas no
solo es el título, también es un lugar en la novela. La habitación en la que el
personaje del escritor, un hombre —Benigno Hierro— que vive oculto bajo el
nombre de otro —Héctor Paz— para huir de su pasado. Vive allí a solas con sus
ficciones. ¿Esta novela es un libro sobre personajes y también sobre lugares?
R.- Es un libro sobre la memoria. Y la memoria es parte de nosotros y es lugar
también. Es ese vestido que nos cubre durante toda la vida, que cambia y crece
con nosotros, con el paso del tiempo, con el olvido y con la invención de
nuevos recuerdos. Que se rompe y se zurce para cerrar las heridas. También que
cambia con el descubrimiento de otros puntos de vista sobre los mismos sucesos,
pero que siempre nos abarca, no importa lo que crezcamos o mengüemos. Es la
piel de nuestra vida. Nos viste, nos siente y nos permite sentir el mundo y la
piel —la memoria— de los demás. Y a veces ese sentir es una caricia, pero, en
otras ocasiones es un golpe o un balazo. En ese sentido los personajes de En el
desván de las caracolas son lugares en los que cobijarte, por los que pasear e,
incluso, de los que huir y los lugares —La Habana, Valladolid, Santander y otros por lo que
transitan las vidas que se narran en la novela— son personajes que te cuentan
desde sus calles y sus secretos, la vida de desconocidos que, igual, no lo son
tanto.
P.-¿Cuál fue el origen de la historia?
R.- Hace muchos años, estaba comiendo, junto a mis padres, cuando la televisión
dio la noticia del comienzo de la guerra de Yugoslavia. Recuerdo que pensé:
¿cómo puede ser posible que volvamos otra vez...? Y, en ese momento, vi la
mirada de mis padres, que habían vivido una guerra muy parecida y, todos sus
recuerdos, que yo conocía a través de las historias que me habían contado ellos
y mis abuelos, regresaron de golpe. Y mezclados con ellos, las lecturas de
libros, la memoria de películas y canciones que habían dado forma a ese tiempo
en mi cabeza, junto a mil preguntas y dudas. Quería entender todo aquello.
Reconstruir ese rompecabezas. Pero no el histórico, sino el personal. Ese que, con
frecuencia, no queda reflejado en los libros de Historia. Y para entender hay
que contar, porque la memoria, está hecha de cuentos que le dan sentido al paso
del tiempo, probablemente el hilo y la aguja de ese vestido del que te hablaba
antes.
P.-Nos has hablado de memorias, lugares,
viajes, sucesos... pero ¿podrías decirnos de qué trata En el desván de las
caracolas?
R.- Son dos historias que se van trenzando en torno a un suceso: un negocio de
estraperlo que acaba con un asesinato en Valladolid durante la posguerra. La
primera de esas historias es la de un viejo escritor exiliado que vive bajo una
falsa identidad mientras termina sus últimas memorias en La Habana en 1999, evocando el
momento en el que le ganó, a cara o cruz, el nombre y el pasado a un
desconocido en un prostíbulo de La
Habana, para esconderse y huir de esa muerte en España. La
otra se desarrolla en un hospital de Valladolid. Mientras un amigo del escritor
descubre los secretos de esa huida leyendo la novela que le ha dejado en La Habana, el escritor y la
mujer a la que abandonó, vuelven a encontrarse en los pasillos de un hospital
de Valladolid para resolver el misterio del crimen que los obligó a separarse.
Las historias que ellos se cuentan desvelarán los sucesos que irán cayendo, como
si fueran fichas de dominó de un tiempo en el que la guerra, los campos de
concentración, la supervivencia, el asesinato, la traición y la esperanza
fueron las caras obligadas de los dados en un mundo en el que todas las jugadas
parecían estar amañadas.
P.-Es una historia de historias, le va a
suponer un desafío al lector. Hemos visto que la tipografía de la novela cambia
según estamos en la historia en la que conversan los personajes del hospital y
la que lee el amigo del escritor en La Habana. ¿Responde este planteamiento a facilitar
el viaje al lector?
R.- En cierta forma sí. También tienen que ver con una reflexión sobre la
diferente naturaleza de las historias vividas y las recordadas. La memoria
siempre es el resultado de un pacto entre diferentes recuerdos que se van
entretejiendo. Y esos, cambian con el paso del tiempo, dando más importancia a
los que parecían nimios o sacando a la luz hallazgos nuevos. La novela está
escrita en capítulos cortos, en los que la ubicación geográfica y temporal está
muy clara. De manera que, poco a poco, el lector vaya recuperando las piezas
del rompecabezas, para obtener, al final, la imagen completa. Es como visitar
una ciudad. Vas construyendo tu imagen de ella a medida que la vives y la
recorres. Nunca la abarcas por completo. No es una visita guiada en laque ya
sabes lo que te vas a encontrar. Aquí, a la vuelta de la esquina, puedes
encontrarte un recuerdo que lo cambia todo.
P.-En la novela aparecen numerosas
referencias literarias y musicales, casi se podría decir que es una novela con
su propia banda sonora.
R.- Es cierto. La música es la vía regia de lo emocional y de la nostalgia. Y
si, además, buena parte de la historia sucede en La Habana, la del presente y
la del pasado, la música es ineludible. Y lo mismo se puede decir de su
riquísima literatura.
P.-Cómo en Chankoro, el lector va a encontrar, de nuevo, esa voz narrativa que
le da tanto valor a la trama como a la palabra, con una poética minuciosa y
llena de diferentes melodías. Diríamos que es una novela para leer en voz alta
y disfrutar de su música. ¿Te atreves a apuntarnos por qué nuevos derroteros te
va a llevar la escritura en tu siguiente proyecto?
R.- Uno nunca está seguro. Emprendes un viaje en barco, pero naufragas y
terminas en unas playas inesperadas. El proyecto de mi historia de brujas —aún
no tiene título— sigue adelante a buen ritmo con sus misterios, pero también
hay una historia policiaca ambientada en Nuevo México y mi primer poemario
dando vueltas en mi cabeza, quién sabe...
Más sobre el libro en https://www.mareditor.com/narrativa/En_el_desvan_de_las_caracolas.html